domingo, 3 de abril de 2011

Me retrato



Sentado en el suelo, un café, una pila de libros y una portátil mal orientada. Tres y pico largos de la madrugada. Escribo sin saber qué, porque escribo de mí y uno se conoce menos de lo que piensa. Soy un extraño de mi mismo. Me creo cosas que no son, me convenzo idea tras idea, pensamiento tras acción.

Quizás llegue a la puerta de la habitación principal, y espíe por el cerrojo, o escuche intentando oír algo. La puerta está trancada. Especulo, juego, imagino lo que encierra. Pero lejos estoy de entrar.

No es el primer insomnio en que intento forzar la cerradura, diría que es más cotidiano que mis amaneceres. Las mañanas son otro espectáculo. En ellas recaigo sobre rituales más certeros. Viejos hábitos coterráneos. Será tal vez  la repetición, monótona y maravillosa, del sol siempre ahí. Despertar sinérgico. Aun solo un reflejo del espejo destrozado.

El rompecabezas se arma, al mismo tiempo, me desordena el bocho. Con el oído daltónico, los ojos donde van, y la lengua ausente. Comienzo a crear.  Son castillos de naipes que pronto tira el viento. Y veo el as de corazones, lo recojo, me enamoro de ella.

Hablar de uno mismo es un acto sin mayor dificultad, forma parte de nuestras costumbres más ponderadas. Yo soy. Yo hago. Yo, yo. Ego, ego, y súper ego. Escribir sobre uno es diferente.

En la mañana hago, en la tarde concreto y por la noche creo. Pero el orden de los factores no altera el producto, y este puede ser volátil o efímero. La visión del artista estática y encasillada pertenece a mentes rígidas y retrógradas. El arte es acción, cinética, y el artista solo instrumento prescindible.

Los elementos de mi cara están donde deberían, o por lo menos donde el paradigma los dejó. No tengo más de lo que se necesita ni menos de lo que quiero.

Me autorretrato de espaldas, es la forma en que tus ojos miran lo que los míos.


(Salvador Dalí - The Three Sphinxes of Bikini)